Llegamos aquí después de dos años que han marcado un antes y un después en la vida de la humanidad. Hace tres años, cuando tomé posesión como rectora de este centro universitario jamás pensé que transitaríamos por caminos que ni siquiera imaginábamos como posibles. De repente nuestra historia se convirtió en una distopía, en una historia casi de ciencia ficción. Y aquí estamos con las emociones tatuadas, esas que nos dan forma y nos hacen ser quienes somos. No somos los mismos y no queremos serlo. Las crisis son también una oportunidad para transformarnos, para abrevar de nuestras cualidades y modificar lo que no sirve más; para reconocernos y afianzar nuestra identidad.
Destaco nuestra capacidad de cambio y resiliencia, del trabajo en equipo, de responsabilidad y compromiso. Estamos conscientes de que las cosas no serán iguales y eso nos desafía a, por un lado, imaginar y vislumbrar el futuro con sus retos y nuevas realidades y, por otro, a poner en marcha acciones que nos permitan encararlo de la mejor manera.